El Hilo rojo, que siempre se une

El Hilo rojo, que siempre se une

Nacieron en Cúcuta. De esta ciudad se fueron y a esta ciudad volvieron, con el magnetismo de un imán. Allí cruzaron miradas a los doce años. Allí se reencontraron, cuando menos ganas de una relación tenían, una década después. Allí escribieron su historia, que dejaron impresa en el tapete de su ceremonia. ¿Dónde celebrar que coincidieron y se eligieron? La respuesta era irrefutable, quizás el encanto de los primeros encuentros nunca desaparece si se vuelve a donde todo sucedió.

José María es abogado. Metódico, cuadriculado. No cree en el destino, sus justificaciones siempre son racionales. Mónica es diseñadora, hija de emprendedores empíricos, arriesgados, la constancia y la determinación fueron herencia. Sueña, crea, es dueña de un alma volátil. Tiene una certeza: la vida, el universo y Dios hicieron su juego para unirlos de nuevo. A esa ilusión se aferra y la mejor manera de honrarla fue casarse en su tierra, testigo del inicio y los después. En los terrenos de la familia donde se confinaron durante la cuarentena, estrechando aún más su vínculo.

El escenario fue creado desde cero: cuando el amor se atraviesa se desvanecen los imposibles. No había techos ni pisos ni vías ni baños ni cocina ni electricidad ni parqueaderos. Tampoco había dudas de la grandeza de este sueño, el equipo de bodas de cuento visitaron el proyecto y vieron mucho más que una montaña con una vista privilegiada de la ciudad. Respiraron el potencial, como solo saben hacerlo las mentes inquietas capaces de visualizar imaginarios. Pavimentaron, trazaron senderos; para la ceremonia se inspiraron en las sensaciones naturales de la zona y diseñaron un túnel como elemento integrador y protector. Usaron pinos, madera y vegetación propia del Norte de Santander. Seis meses duró la construcción de esta osadía en la que trabajaron arquitectos, ingenieros civiles, artesanos y locales. Generar empleo como un acto de amor por Cúcuta y su gente.

 

Qué es el hilo de la tela sino la trama? No como concepto básico de costura sino como fundamento de vida. Mónica es diseñadora de modas, firmó sus tres vestidos de novia. En su taller y en su cotidianidad teje significados, conceptualiza ideas. Disfruta, como pocas cosas, encontrar el porqué de todo lo que la rodea. Descubrió en el equipo de bodas de cuento almas con la misma obsesión, por eso crear para su matrimonio fue un ejercicio de soltura y fluidez colectivo. De hilar y anudar decisiones.

Para el salón de la cena y la fiesta -también creado desde cero, ver las dos publicaciones anteriores- se inspiraron en la frescura de un verano en Cúcuta y en el amor compartido que tenían por las texturas. Quisieron reflejar la especial relación de Mónica con las telas y los tejidos. Ese lienzo en blanco que es punto de partida y estímulo para los artistas. Usaron elementos arquitectónicos clásicos como columnas y otras piezas para imprimir elegancia al espacio. Tenían claro que el trabajo artesanal era el único que iba a lograr el nivel de detalle que querían para el styling de las mesas. Por eso, la vajilla fue pieza fundamental. Junto con amigas que ayudaron en el desarrollo de platos y algunos accesorios hechos 100% a mano por artesanos colombianos. 

Cuando el amor se atraviesa lo hace de manera transversal. Todos fueron hilos esa noche: cada persona, cada mesa, cada elemento, cada elección. Nada estaba puesto al azar. La trama, puntada por puntada, tenía una dirección, un sentido superior. 

 

Escrito por: La Libreta morada


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